Tribunero

dijous, 30 de maig del 2019

LOS HÉROES DE PARÍS, TURÍN, ROMA Y ANFIELD


El Barça es especial. Un club sin término medio, ni en el triunfo ni en la derrota. No es la primera vez que un entrenador azulgrana es cuestionado después de dos temporadas con la secuencia doblete-Liga. Le pasó a Helenio Herrera en 1960, tras una temporada, la 1959-60, en la que el conjunto azulgrana había dejado huella en el continente con exhibiciones como la de cuartos de final de la Copa de Europa, en su primera participación, ante el Wolverhampton, campeón vigente de la liga inglesa en la época. Pero en semifinales, el Barça cayó contra el Madrid y aquello difuminó cualquier proeza anterior. Y borró también las dos Ligas seguidas, una de ellas con doblete. Casi calcado a lo que le pasa a Valverde, con la diferencia que a HH lo fulminaron después de que, a las pocas horas del KO, se hiciera pasear a hombros por las Ramblas por un grupo de admiradores, para un reportaje gráfico de una publicación italiana, con motivo de su ya firmado fichaje por el Inter. Valverde, de momento, sigue siendo entrenador del Barça.
Eso sí, muy 'tocado' por los dos KO europeos seguidos, que condicionan el análisis de su trayectoria. Con los títulos ganados, Valverde debería tener crédito sobrado para que le dieran confianza. Pero no es así. Si dos eliminatorias lo condicionan todo, tal vez habría que mirar qué pasó en esos partidos en concreto antes de hacer una radiografía de la situación y establecer un diagnóstico de lo que requiere el equipo azulgrana. En 1960, la destitución de Don Helenio no detuvo la descomposición de un equipo que había sido muy bueno, maravilloso, pero que un año después se desintegraba definitivamente tras la derrota en la final de Berna. A ver qué pasa 59 años más tarde.

LOS HECHOS

En menos de tres semanas, el Barça ha pasado de la posibilidad de un tercer triplete (sí, TERCER triplete, algo que algunos ni huelen) a una catarsis colectiva, con entrenador y estructura deportiva cuestionados y con un sector oliendo la sangre y reclamando elecciones. Eso, habiendo ganado una nueva Liga, con una ventaja récord sobre el Real Madrid, que además este año no se ha llevado la Champions y está peor, mucho peor. Entonces, ¿está el Barça en crisis? No debería estarlo, desde luego. El Barça debería ser capaz de digerir un batacazo como el de Liverpool desde la serenidad, sobre todo si viene de ganar la Liga unas semanas antes. Pero no lo es. O le es difícil.
En el club barcelonista muchas variables entran en juego a la hora de hacer una valoración, y no todas son deportivas. Dentro, hay guerrillas de poder para que cada uno conserve sus rinconcillos de influencia, mayores o menores. Y fuera, hay un entorno voraz con vínculos pasados, presentes y futuros y ese entorno puede ser tóxico a la hora de enjuiciar la labor de un técnico y del equipo. Ernesto Valverde, pese a ganar un doblete y una Liga, ha sido víctima de esa toxicidad. Doce años atrás, imperaba la premisa, de autoría cruyffista, de que el equipo está obligado a competir hasta el final por todas las competiciones. Después se gana o se pierde. Esa es la obligación. El Barça de Valverde ha cumplido con esa doctrina con creces: campeón de Liga, semifinalista de Champions y finalista de Copa. Es decir, sólo ha dejado de jugar un partido del máximo número posible. Pero, ya sea porque unos discuten el estilo o porque otros tienen prisa por que estalle todo, el listón está ahora mucho más alto. Está prohibido el fallo.
Ocurre también que el batacazo de Liverpool fue demasiado gordo como para hacer frente desde el club a esa ansiedad externa por volver a tener una directiva amiga. El Barça falló cuando ese listón se había elevado por el propio rendimiento del equipo, como explicó Valverde tras perder la final de Copa. Dejó escapar una ventaja de 3-0 en la Champions y lo hizo derrumbándose, sin competir, como señaló Leo Messi en la previa de la final contra el Valencia. Una rueda de prensa que, dicho sea de paso, tuvo de todo menos de previa de final de Copa. No se puede ir a una final en aquel estado de depresión, casi con lágrimas en los ojos y haciendo penitencia.

LA CABEZA, LEJOS DE LA FINAL

A Valverde, si acaso, se le puede recriminar, sobre todo, eso: no haber sido capaz de reconducir el estado de ánimo del equipo después de la caída en Champions. Allí acabó la temporada. El equipo tenía la cabeza en el Wanda cuando saltó al césped de Anfield y, cuando regresó al vestuario, ya la tenía metida de lleno en el luto deportivo. Y ya no la sacó de ahí. La competición acabó en Inglaterra. La prueba es que Luis Suárez (un gol, uno, en toda la Champions) optó por el quirófano. ¿Lo habría hecho con la final de la Champions en el horizonte?, sin duda, no. Pese a todos los comunicados que se quieran sacar a destiempo. (Otra cosa es que el club mire para otro lado, una negligencia). El técnico, sin duda, cometió errores de planteamiento en Liverpool, igual que hace un año en Roma. Y no reaccionó. Pero, en ambos casos, lo que determinó la caída del Barça fue la falta de intensidad de quienes saltaron al campo. No supieron competir en aquellas circunstancias. No lo digo yo, lo dijo Messi.
Así que, a la hora de hacer una auditoría del área deportiva del club, estaría bien fijarse en un detalle. El 4-0 de Anfield no es un accidente, porque llegó después del 4-1 de Roma, el 3-0 de Turín y el 4-0 de París, estos dos últimos de forma consecutiva. Son descalabros con dos técnicos distintos, de manera que no sería muy correcto culpar a uno u otro. Hay que mirar más allá. Si estamos de acuerdo en que las dos temporadas de Valverde son exitosas con la excepción de esos borrones, lo que hay que hacer es tratar de reparar los borrones. Analicémolos. Y no sólo los dos últimos; también París y Roma.

LOS PROTAGONISTAS

Cinco futbolistas han jugado los 360 minutos de esos cuatro partidos. Al completo. Ter Stegen, Sergi Roberto, Piqué, Messi y Suárez. Otro futbolista, Rakitic, ha jugado los cuatro partidos, pero no completos: entró en París por Iniesta y, en Liverpool, fue sustituido por Malcom a diez minutos del final. Y otros tres futbolistas, Umtiti, Alba y Sergio Busquets, han estado en tres partidos. Umtiti perdió en Liverpool la titularidad pero había estado en los anteriores naufragios; Jordi Alba no jugó en Turín víctima de la defensa de tres de Luis Enrique y Sergio Busquets estaba sancionado (si no, tendría casi pleno, ya que se perdió los últimos minutos en Roma).
También tuvieron protagonismo en tres de esos partidos Iniesta y André Gomes, que ya no están. A la hora de hacer una valoración profunda de la situación del Barça no hay que obviar que estos nueve futbolistas han sido protagonistas fijos en las debacles europeas. Y, si el análisis de cada una de esas temporadas está muy marcado por esas eliminaciones -porque el Barça no ha parado de sumar títulos a granel en las otras competiciones-, no hay que dejar de señalarlos. ¿Son culpables Luis Enrique o Valverde?, hombre, lo serán de los partidos en los que estuvieron, no de los otros. ¿O sí?

'VACAS SAGRADAS'

Estos mismos jugadores han demostrado ampliamente que en el esfuerzo sostenido toda la temporada son creíbles, sobre todo porque, pese a que pueda parecer que la segunda unidad es floja, en realidad es lo suficientemente fuerte para dar cobertura en la Liga: siete u ocho suplentes en el Barça serían titulares en diecisiete o dieciocho de los rivales domésticos. Pero, a la hora de afrontar la intensidad de la élite algo falla en este grupo. Sea mental, sea futbolístico estrictamente o sea una cuestión física, el diagnóstico que se haga, aunque pueda haber también otros responsables, debe afectar a los protagonistas de lo que se quiere arreglar. Por lo tanto, debe señalar a estas 'vacas sagradas'. Término obra de Johan Cruyff.

PROBLEMAS, SOLUCIONES Y NUEVOS PROBLEMAS

El eje de la plantilla del Barça necesita una regeneración si lo que se quiere es corregir lo de Roma y Liverpool. Si no se fichan titulares más jóvenes (pero titulares de verdad), el problema se alargará un año. Si se fichan titulares, pueden pasar dos cosas. Una, que algunas de las 'vacas sagradas' jueguen menos o tengan que perderse partidos grandes. Hagamos un juego: pongamos cada uno la 'vaca sagrada' que queramos y tratemos de imaginar cómo se lo tomará. ¿Sonreirá en el banquillo o montará un pollo cada vez que no esté en el equipo? La experiencia de tantos años nos dice que, probablemente, hará lo segundo. ¿Ejemplos?, vayamos a los recientes: Alba, cada vez que iba a la selección cuando Luis Enrique jugó con defensa de tres y él era el sacrificado, sacaba la artillería en sala de prensa; Ter Stegen y su desafío, "Bravo o yo" lanzado a la directiva; Mascherano, que hizo que se vetara el fichaje de un central para irse en el mercado de invierno de aquella temporada; Cesc, que filtraba el once horas antes del partido cuando no estaba en él... En fin, podríamos seguir. (Però potser prendríem mal, como dijo aquel).
O puede pasar otra cosa: que, pese al fichaje del joven 'crack', siga jugando los partidos grandes la 'vaca sagrada', con lo cual la próxima temporada volverán a estar jugándose la Champions los de París, Turín, Roma y Liverpool. Sólo que con la media de edad aumentada en un punto. La regeneración ideal debería afectar a buena parte de esa columna vertebral. Problema: se les ha renovado hasta el siglo XXII. Problema grande.

¿VALVERDE ES LA SOLUCIÓN?

Y la segunda cuestión que debe plantearse (y a buen seguro se estará planteando) Bartomeu es si Valverde tiene la capacidad de liderar esa regeneración. La renovación del técnico tuvo sentido para dar estabilidad al equipo y alejar la incertidumbre. Sobre todo, tenía sentido porque era inimaginable lo que iba a ocurrir después en Liverpool. Ahora es otra cosa. Valverde no supo levantar anímicamente al equipo para la final de Copa. ¿Podrá liderar esa revolución necesaria? 
Pero, por otro lado, si el club no puede hacer un cambio de piezas en la columna vertebral -ya veremos hasta dónde llega la regeneración, ¿uno?, ¿dos?, ¿tres cambios?, ¿cinco?-, ¿se imaginan a Bob Martínez, que se ha curtido en las pizarras del Wigan, el Swansea o el Everton, explicando a Messi o Suárez el tipo de cobertura de deben hacer?, ¿se  imaginan a este técnico, que como jugador no estaba ni en los cromos, entrando en un vestuario a mandar a campeones del mundo, de Ligas, de Champions y de Intercontinentales que ya están de vuelta?, yo prefiero no imaginarlo. O a Emery, soltando charlas inacabables, tal vez a la hora de la siesta. Sí tendría más fuerza Ronald Koeman. ¿Acaso el holandés no tendría autoridad sobre ese vestuario, que es su casa?, probablemente sí. Es una leyenda. Y sin duda tendría personalidad para decirle a Luis Suárez que, si pasa por el quirófano, se olvide de jugar por decreto. O para sentar a más de uno.
Pero, ojo, si la base del equipo debe ser la misma -o casi la misma- casi mejor Valverde y cuatro retoques.