Tribunero

dijous, 28 d’abril del 2016

UN GOL, UN MUNDO


A veces el fútbol te sorprende y sale por donde menos te lo esperas. Es lo que ocurrió en el Vicente Calderón, en la ida de la semifinal de la Champions entre el Atlético de Madrid y el Bayern Munich. Podía esperarse un partido cerrado, trabado, con pocos minutos de juego, incierto pero poco vistoso. Nada más lejos de la realidad. Los equipos de Simeone y Guardiola ofrecieron un derroche de intensidad, lucha, velocidad y juego. Cada equipo llevó a su equipo hasta donde pudo, cada uno con su estilo. No sólo hubo tensión, también corazón y fútbol.
Es cierto que el Bayern jugó una segunda parte magnífica, siempre con criterio, y que probablemente mereció tener premio. Pero topó con Oblak, un Oblak enorme, y Oblak juega en el Atlético de Madrid. También forma parte del equipo y tiene derecho a estar inspirado. ¿O no?, ¿es que no han dado victorias y títulos a sus equipos porteros como Casillas, Víctor Valdés, Ter Stegen o el propio Neuer?, ¿acaso cuando eso ha sucedido se han puesto en duda esos triunfos?, ¿la Champions de 2002 ganada por el Madrid es menos Champions por las paradas de Casillas?... A lo que íbamos: el Atlético se defendió y lo hizo bien, esta vez sin trampas. Eso también es fútbol.
El conjunto rojiblanco, a la caza y captura de sus propios fantasmas, tuvo que dar todo lo que tenía ante un Bayern que movió el balón rápido y con cabeza, que generó ocasiones y que puso sobre el césped todo su catálogo de recursos. El Bayern jugó a fútbol, pero le faltó puntería y tal vez una pizca de suerte de cara a gol. También exhibió sus mayores flaquezas en el eje de la defensa, como ya le había ocurrido en años anteriores ante el Madrid y el Barcelona con centrales distintos. Los de anoche fueron Alaba y Javi Martínez. Ni uno ni otro en su mejor demarcación. El Atlético, por su parte, desarrolló tan bien su guión de partido que apenas notó la baja de Godín e incluso, en pleno aluvión de fútbol del Bayern, tuvo la ocasión de ponerse 2-0 con el tiro al palo de Torres. Habría tenido una dosis grande de injusticia, pero el fútbol, como dice Luis Enrique, es asín.
Volviendo al inicio, este deporte te sorprende. Después del TOSTÓN perpetrado en Manchester por el City y el Madrid, y ante la perspectiva de un desenlace de la Champions sin el fútbol del tridente Messi-Suárez-Neymar, que hace un año destartalaba al Bayern y desarticulaba la cadera de Boateng, no esperábamos el despliegue de espectáculo, intensidad y emoción vivido en el Manzanares. No hace ni una semana, en ese mismo escenario, Simeone cayó en la bajeza antideportiva de contrarrestar un ataque del rival lanzando un segundo balón al campo. Es por ese reciente recuerdo que, después del golazo de Saúl (merece capítulo aparte), se esperaba un Atlético entregado al antifútbol. Pero no fue así.  Se defendió, pero lo hizo con épica, heroicidad y mucha concentración.
El Atlético lo dio todo, sin guardarse nada. Como el Bayern. Y eso es de agradecer, sobre todo después de la exhibición de racanería y afán calculador de la víspera. Del 0-0 de Manchester al 1-0 del Calderón sólo va un gol, pero también va un mundo.

divendres, 22 d’abril del 2016

EL 'PICHICHI' DE LA CAMISETA MEYBA


Enrique Castro, Quini, conocido como 'El Brujo' por su capacidad para formular hechizos ante la portería, fichó por el Barça en 1980, a punto de cumplir 31 años, con tres trofeos 'Pichichi' en sus alforjas. Era bueno, muy bueno. Tal vez no un 'super-clase', pero listo como nadie en el área, siempre en el sitio oportuno y capaz de rematar de todas las formas posibles a gol. Tan bueno era que, a pesar de que cuando comenzó la Liga ya había cumplido los 31, todavía ganó dos 'Pichichis' más con la camiseta azulgrana en los albores de la 'era Meyba', los de las temporadas 1980-81 y 1981-82. Suma un total de cinco, a uno del récord de seis 'Pichichis', en poder de Telmo Zarra. Pero Quini tiene dos más en Segunda División, para un total de siete. Si logró tres 'Pichichis' en Primera jugando el Sporting de Gijón, que en los años setenta era un modesto equipo 'ascensor', ¿qué no habría logrado en un grande?
Cruyff y Quini, en una foto
de Horacio Seguí
La respuesta estuvo en manos del presidente del Sporting entre 1973 y 1977, Ángel Viejo. En la temporada 1973-74, Quini logró su primer trofeo 'Pichichi'. El Barça de Johan Cruyff, flamante campeón de Liga, intentó su fichaje pensando en un tándem demoledor del 'Brujo' asturiano con el astro holandés. Sin embargo, aunque para los jóvenes de hoy resulte del todo inconcecible, en aquella época existía un oprobio llamado 'derecho de retención', que permitía a los clubs prorrogar indefinidamente los contratos de sus jugadores con un simple incremento del 10%. Una práctica esclavista que hizo que el presidente Viejo lograse encadenar al bueno de 'Quinocho' en Gijón.
No fue hasta 1984 que ese derecho de retención fue abolido totalmente. A partir de 1979, los futbolistas lograron que se fuera regulando. Y así, en 1980, el nuevo presidente sportinguista, Manuel Vega-Arango, fue más magnánimo (forzadamente) y Quini fichó por el Barça, al que llegó junto a Alexanko, con Kubala en el banquillo recién terminado su periplo con la selección. Nunca se sabrá qué habría pasado si Cruyff hubiese encontrado en Quini al rematador de sus pases, centros y asistencias, al finalizador de sus fintas, regates espeluznantes y cambios de ritmo. Agustí Montal intentó el fichaje del goleador en 1974 y otra vez en 1976, con el Sporting recién descendido  pese al segundo 'Pichichi' del 'Brujo'. No hubo manera. En lugar del asturiano, Cruyff tuvo a su lado en la delantera del Barça a Manolo Clares.

ÍDOLO SIN LIGA


Quini fue, y todavía lo es, un ídolo en Barcelona, aunque hace unos cuantos años Bojan Krkic cometiese la infame blasfemia de decir que no sabía quién era Quini. Llegó en la época en la que cada año ocurría algo que alejaba al Barça del título de Liga. Y en su primera temporada ese 'algo' fue su propio secuestro. El Barça, con HH en el banquillo tras la destitución de Kubala tras un inicio paupérrimo, había emprendido una asombrosa reacción que recordaba a la del Barça de Cruyff en 1973. Con un Schuster recién incorporado que cubrió la plaza de Krankl, el gran sacrificado por la llegada de Quini, y un Simonsen cada día más integrado en el club, el Barça parecía imparable y los goles del 'Brujo' llegaban a pares.
Núñez y Quini, tras la liberación del delantero,
en una foto de Mundo Deportivo
Pero, claro, algo tenía que pasar. Primero hubo el intento de golpe de estado, el 23 de febrero de 1981. Los más tribuneros pensaron, antes que en otra cosa, en que si Tejero la liaba parda la Liga podía suspenderse justo cuando el Barça estaba a punto de atrapar al líder, el Atlético de Madrid. Un estado de sitio, guerra o similar era secundario. Lo prioritario era que la Liga no se detuviese. No en ese, precisamente ese, momento. Se arregló lo de los militares, pero el 1 de marzo, después de que el Barça golease al Hércules (6-0, con dos goles del Brujo) y se pusiese a un punto de los rojiblancos y con la visita al Calderón al cabo de una semana, Quini fue ni más ni menos que secuestrado por unos delincuentes comunes.
El rapto de Quini superaba lo imaginable. Trece años antes, en 1968, Julio César Benítez había fallecido en vísperas de un Barça-Madrid decisivo para la Liga y los más veteranos añadían una desgracia más a una lista de gafes que ya en esa época se recitaba de carrerilla: la Liga de los dos 'Pupas', Barça y Atlético, regalada al Valencia empatando, en 1971; el penalti de Fermín en Córdoba en 1972; el penalti de Glaría en un derbi en 1973; el '¡Manolo marca ya!' de 1977... casi siempre pasaba algo, ¡pero un secuestro o una muerte era demasiado...!

'14', PERO NO DE CRUYFF


El equipo no supo (no pudo) competir sabiendo que Quini estaba secuestrado. Los jugadores incluso se plantearon no jugar, pero si tras ¡el fallecimiento! de un jugador del Barça no se suspendió un clásico, difícilmente iban a suspender un Atlético-Barça por un 'simple' secuestro. 'Keegan' Ramírez (es un misterio por qué le pusieron ese apodo) jugó en el Calderón y la Federación tuvo la deferencia de permitir que lo hiciese con el dorsal '14', dejando el '9' en la caseta. Quini estuvo cerca de un mes secuestrado, con jornadas suficientes para perder otra Liga. Cuando volvió, aún marcó los goles necesarios para sumar su cuarto 'Pichichi', el primero con la camiseta Meyba del Barça. Y ganó la Copa ante su querido Sporting.
Quini, al Camp Nou, foto del FCB
El segundo 'Pichichi Meyba' llegó a la temporada siguiente, con Udo Lattek en el banquillo. Sí, el mismo Lattek de la 'Liga de Lattek'. Esta vez la desgracia del Barça fue, primero, la lesión gravísima de Schuster perpetrada por Goiko. Otro día ya nos centraremos en la violencia de este ser. Sin Schuster, el equipo se rehízo, pero incomprensiblemente se le fundieron los plomos a seis jornadas del final y con cinco puntos de ventaja. Otra Liga para la retahíla. Quini logró, pese a todo, un quinto 'Pichichi', el segundo con la camiseta Meyba y último de su carrera, a los 32 años. Se resarció con la Recopa de Europa. También marcó en la final. Y es autor del Gol 3.000 del Barça en la Liga.
Quini, en definitiva, no coincidió con Johan Cruyff en el mismo equipo a pesar de la admiración que el 'Flaco' sentía por él. Sí compartió dos años vestuario con Diego Armando Maradona. Jugaron juntos más de una vez, pero César Luis Menotti optó por un sistema con Diego de 'falso nueve'. Y ahí Quini no acababa de encajar. Quizás sin el derecho de retención y con un tándem Cruyff-'El Brujo' la historia del fútbol español habría cambiado en los años setenta. La cuestión es que se retiró con dos Copas, una Recopa, una Copa de la Liga y una Supercopa de España. Pero sin la Liga.
Este sábado, en la previa del Barça-Sporting, sus dos equipos del alma, Quini recibirá la insignia de oro y brillantes del club barcelonista.



divendres, 15 d’abril del 2016


CHAMPIONS CON DEMONIOS FAMILIARES


Ya sin el Barcelona, el gran favorito, en el bombo, el sorteo de las semifinales ha mantenido la línea de los últimos años: el menos exigente, para el mismo de siempre. El Madrid puede llegar a la final sin haberse enfrentado en el cuadro de eliminatorias a ningún campeón de Liga. Pero, más allá de esta realidad telúrica, paranormal y tenebrosa, las semifinales de Champions configuran una competición cargada de 'demonios familiares' para todos los competidores.
Recuerdos buenos y malos, deudas por saldar, tránsito de entrenadores cuanto menos curioso y sensaciones encontradas trufan unas semifinales que bien podrían determinar una final entre dos clubs sin corona (City y Atlético) o revanchas sonadas. 

DOBLE DESQUITE 
Para el Atlético de Madrid la semifinal (y tal vez la final) tiene más aire de desquite que para cualquier otro contendiente. La Copa de Europa de 1974, perdida ante el Bayern Munich, es una herida que todavía duele entre los colchoneros. Después de que el malogrado Luis Aragonés avanzase mediante un magistral lanzamiento de falta al conjunto rojiblanco a seis minutos del final de la prórroga de la final celebrada en Bruselas, Hans-Georg Schwarzenberg, pareja de Beckenbauer en el eje de la zaga muniquesa, apuró sus opciones con un trallazo desde cuarenta metros que superó a Miguel Reina en el último minuto de la prórroga.
El 'replay' del partido, dos días después (fue la última edición en que no se decidió la final por penaltis), contempló una debacle total de los rojiblancos, que cayeron 4-0 ante un Bayern muy superior.
Si logra vengarse de los alemanes, el Atlético podría encontrarse en la final ante la gran ambición del club, vestuario, directiva y, sobre todo, afición: vengar la derrota en la final de 2014, ante el Madrid. Si cruel fue el empate de Schwarzenberg en el minuto 120, no lo fue menos el de Sergio Ramos en el minuto 93 de la final de Lisboa, cuarenta años justos después, que condujo a una prórroga tan desastrosa para el Atlético como lo había sido el 'replay' de 1974.
Aunque no fuese cuarenta años justos después (y coincidiendo con el fallecimiento precisamente de Luis Aragonés), ganar una final ante el Madrid sería lo máximo para los atléticos y el homenaje al Sabio de Hortaleza seguiría igual de vigente.
Si, por el contrario, la hipotética final se jugase ante el Manchester City, habría que ver si al Atlético le nace un nuevo 'gafe' o si, en cambio, a la tercera va la vencida. Con el Atlético nunca se sabe.

PEP: POSIBLE TRIPLETE Y TRIPLE AMENAZA
Si para el Atlético enfrentarse al Bayern es la ocasión de eliminar un viejo fantasma familiar,  para Pep Guardiola la Champions 2015-16 es su tercera y última oportunidad de ganar este título con el Bayern. Optó por el club bávaro con la idea de exportar la excelencia del juego de su Barça a la Bundesliga, pero Jupp Heynckes ganó el triplete por sorpresa antes de irse, con Pep en la sala de espera, y, con un listón tan alto, su trayectoria ha dejado cierto aire de desencanto.
Paradójicamente, cuando ya he decidido irse y cuando ha estado contra las cuerdas en la eliminatoria de octavos ante la Juve, es cuando Guardiola tiene más cerca despedirse con el triplete, como hizo su antecesor. El martes 19 juega la semifinal de Copa ante el Werder Bremen.
Y también se enfrenta a una triple amenaza. En su tercera semifinal consecutiva al frente del Bayern, Guardiola y su equipo tienen también un demonio que liquidar en el armario: en 2014 le eliminó el Madrid y en 2015 el Barcelona. Ahora se enfrenta al tercer grande de la Liga española en tres años. 
Curiosamente, el Bayern de Heynckes  también eliminó al Barça en semifinales en 2013 y al Madrid en 2012. Es, por lo tanto, la quinta semifinal consecutiva para el Bayern ante equipos españoles.

EL CITY Y LA MALDICIÓN DE GUARDIOLA
Y si es curioso que el de Santpedor pueda despedirse del Bayern precisamente con un triplete, no lo es menos que el Manchester City llegue ás lejos que nunca en la Champions justo en la peor campaña de Pellegrini, que ya sabe que la próxima temporada su cargo será ocupado por... ¡Pep Guardiola! El fútbol es así de caprichoso.
El City todavía no tiene garantizada su participación en la próxima edición de la Champions, lo que ya tendría su guasa si se proclamase campeón y provocaría una situación que ya se ha dado otras veces, con el Madrid y el Liverpool. En el año 2000 la UEFA retiró una plaza a la Liga española para que el campeón, el Madrid, tuviese plaza y no hubiese más de cuatro equipos españoles en la Champions 2000-01. El perjudicado, el Zaragoza. En 2005, decidió dar al Liverpool, campeón sin haberse clasificado para la Champions en la Premier, una plaza en la fase previa.
Pero el conjunto 'citizen' tiene a su favor la maldición de Guardiola: tras fichar por el Bayern su antecesor ganó la Champions y ahora Pellegrini puede repetirlo, para que Pep llegue a un equipo que acaba de conquistar la Champions. El mayor de los morbos sería una final City-Bayern, con Pep tratando de quitar el título a su futuro equipo y Pellegrini más motivado que nunca.

EL MADRID, A SU BOLA
Y mientras el Madrid, a su bola, y nunca mejor dicho. Las de los bombos, calientes, frías o simplemente víctimas de algún hechizo, le han deparado un camino hacia la final a la altura de sus épicos duelos con Stade Reims, Eintracht Frankfurt, Leverkusen, Apoel Nicosia, Schalke o, esta temporada, Roma y Wolfsburgo. En semifinales ha encontrado una vez más el rival que todos querían, cuarto actualmente en la Premier, en su primera experiencia más allá de octavos de Champions.
La final, si la alcanza, será otra cosa, frente a Atlético, su bestia negra en todas las competiciones excepto la Champions (le venció en la final de 2014 y en cuartos de final de 2015), y el Bayern, al que eliminó hace dos temporadas. 
Está en su salsa: temporada irregular, tirando a horrible, pero con sorteos a la carta en Champions. De todas sus Copas de Europa (10), sólo dos han sido ganadas frente a campeones de Europa (Milan y Juve, en fuera de juego). Las demás, ante Stade Reims (2), Fiorentina, Eintracht de Frankfurt, Partizan de Belgrado, Valencia, Leverkusen y Atlético.








dijous, 14 d’abril del 2016


DIAGNÓSTICO DE UN BACHE


Con la posibilidad de ganar Liga y Copa todavía viva en las próximas semanas, es urgente que el vestuario del Barça mantenga fría la cabeza y sea capaz de revertir una tendencia muy negativa. KO en la Champions y sin un triunfo en la Liga desde la visita del Getafe, el pasado 12 de marzo, el Barça tiene sin embargo al alcance todavía lograr un doblete que no sería un mal balance para una temporada muy dura.
Sin embargo, para conseguir cerrar la campaña, el próximo 22 de mayo, con ese más que excelente bagaje (al que habría que sumar la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubs), es necesaria una reacción y un análisis profundo de lo que el Barça ha hecho mal durante el último mes. Seguramente hay razones ajenas al control del cuerpo técnico, imponderables, que han desembocado en el preocupante en el que se encuentra el equipo, pero no todo es atribuible a las circunstancias. Hay factores de juego y de gestión interna que pueden mejorar. Urgen soluciones


CALENDARIO LETAL
Sobre todo, el Barça ha sido víctima de un calendario más sobrecargado que nunca, con muy pocas semanas libres de partido para que la plantilla respirase. La disputa de las dos Supercopas (la de Europa, además, avanzada a primeros de agosto por decisión de Platini, con lo que se juntó con la de España) y el Mundial de Clubs hizo que el Barça tuviese muchos más partidos que sus directos rivales, además de condicionar negativamente la preparación.
Hay que tener en cuenta, además, la semana en Japón para disputar el Mundial, con viaje intercontinental y 'jet-lag'. Ningún equipo hasta la fecha ha sido capaz compaginar un calendario así con un rendimiento igual que el de la temporada inmediatamente anterior. Le pasó al Barça en las temporadas 2009-10 y 2011-12, posteriores a sus últimas Champions antes de la de Berlín, y le pasó al Madrid de Ancelotti. Ningún campeón de la Champions ha revalidado título al año siguiente.

SANCIÓN FIFA
El Barça viene de un verano sin fichar. Es decir, empezó la temporada con la misma plantilla 2014-15, pero con la pérdida de dos piezas como Xavi y Pedro, que no han sido repuestas. Cada año las plantillas se renuevan, porque los entrenadores acaban siempre contando con un núcleo de futbolistas en los que confían. La del Barça, no.
Eso quiere decir que Luis Enrique, cuando comenzó la temporada, tenía claro en qué 16 ó 17 jugadores tenía depositada su confianza. Los demás, en un verano normal, seguramente habrían sido reemplazados. Pero esa renovación no pudo hacerse e inevitablemente el técnico ha contado poco con los jugadores en los que no acaba de creer, lo que ha supuesto que los titulares y los 'casi titulares' lo han jugado todo. Para afrontar 65 partidos necesitas 25 jugadores, no 17.
Hay que añadir que los dos fichajes que se incorporaron en invierno, tras un inicio esperanzador, no han acabado de encajar.

JORNADAS INTERNACIONALES
Demencial, porque no puede calificarse de otra manera, que antes de unos cuartos de final de Champions (con el agravante de un Clásico en el caso del Barça y el Madrid), la FIFA programe jornadas internacionales, con partidos a vida o muerte en Suramérica que han afectado al tridente barcelonista. Y es que Suárez hasta ahora no jugaba con Uruguay. Una vez cumplida su sanción, ha entrado en la misma dinámica diabólica de Messi y Neymar.

TRIDENTE INTOCABLE
Las circunstancias han llevado a Luis Enrique a no rotar nunca (o casi nunca) a los tres delanteros titulares. La dinámica del equipo era mejor con sus tres artilleros felices y jugándolo todo. A la larga, eso ha sido perjudicial. Seguramente Luis Enrique lo temía, pero ha priorizado una convivencia sin estrés en sus relaciones con los cracks. A partir de ahora, la clave de una mejor gestión pasa por que ellos mismos se den cuenta de que les conviene descansar de vez en cuando. La solución requiere diálogo.

FUNDIDOS Y SIN RECAMBIO
La consecuencia de todo ello es que futbolistas clave en el juego del Barça, como Busquets, Piqué o Rakitic, han llegado al tramo decisivo de la temporada con un exceso de minutos en sus piernas. Y, lo que es peor, sin recambios creíbles en el banquillo. Ni la política de refuerzos ni el trasvase filial-primer equipo (en ambos casos con la dificultad de la sanción FIFA) ha sido eficaz.

GESTIÓN FALLIDA
Aunque hasta las últimas semanas, aparentemente, el reparto de los minutos que hacía Luis Enrique (tridente aparte) daba la sensación de producir buenos resultados, a la hora de la verdad ha habido decisiones que no los han dado.
Un ejemplo es la sucesión de partidos Clásico-Champions ida-Anoeta- Champions vuelta. A pesar del colchón de diez puntos en la Liga, Luis Enrique no ha hecho rotaciones. O muy pocas. Casi los mismos para todos los partidos (con excepción de Anoeta). El resultado ha sido catastrófico. Para obtener estos marcadores, se podría haber reservado el once de gala para la Champions y hacer más rotaciones en la Liga, incluso en el Clásico, aunque a priori era impensable haberlo hecho así. Perder por perder, que los titulares tengan descanso, ¿no? El resultado del sorteo de Champions fue fatal.

SIN RECURSOS
Finalmente, el equipo no ha encontrado recursos tácticos para ser capaz de jugar de forma eficaz sin tanto desgaste físico. El Barça de Luis Enrique exige mucho físicamente al rival, pero también a los jugadores propios. No ha habido continuidad en la presión (ha sido eficiente a ratos) y no ha habido frescura mental ni chispa a la hora de hacer circular el balón o de hacer transiciones.